Reflexión.
La
felicidad deriva de la sencillez y de la humildad, la desgracia de la
complicación. La felicidad se presenta como un estado del alma cuando
existe un equilibrio entre el “yo” y el “otro”, de manera que una buena
forma de ser desdichado es ponerse a la defensiva y complicarlo todo,
por lo que si uno se concentra exclusivamente en uno mismo terminará
consumido por pensamientos que conducen a un estado
depresivo de ansiedad. Hoy por hoy, en la esfera existe un sentimiento
generalizado de infelicidad puesto que la cultura local y
consuetudinaria obliga a pensar únicamente en uno mismo y ello ha
generado innumerables problemas de tipo existencial, económico, social,
cultural y educativo, hasta el punto de que los líderes sectoriales
culpan a la gente y la gente les culpa a ellos, en una rueda sin fin que
nunca conduce a resultados concretos, por ello, seguramente los que
menos sufren son, paradójicamente, los más sencillos, los que nada
tienen, los más sencillos y humildes, que se conforman con poco. Todo
ello genera por igual culpas y narcisismos y es curioso porque uno
comienza culpándose a sí mismo y termina culpando a los demás, de modo
que los actos de caridad, al final terminan ayudando más al que da que
al necesitado porque canalizan la ansiedad hacia los problemas de los
demás. Tratar de hacer felices a los demás basándose en la propia
sensación de culpabilidad solo significará acrecentar el sentimiento de
culpa, por el contrario, intentar hacerlos felices por el simple hecho
del placer de estar con ellos significará que la felicidad sea mayor.
Angel Luis Fernández.
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