sábado, 28 de agosto de 2010

La Batalla del ego y la consciencia

¿Quién eres, amada? ¿Quién eres tú?

conciencia.jpgUn salvaje alma que en el crepúsculo inició una gran batalla contra sí misma y su conciencia, una y otra vez ganó la batalla. Eres el silencio de la batalla, eres el viento que deja vacío de esperanza tras la gran lucha, pero eres también la energía que mueve al guerrero, la esencia de la vida en cada uno de los luchadores, eres el tiempo que sana, la madre que da a luz la nueva vida. Durante mucho tiempo sentiste la sed de estar quieto, ante la batalla contra ti mismo, y esa batalla no es una representación irreal de lo que está ocurriendo, es real, eres tú, es tu vida, es tu conciencia, tu lucha y tus vidas atrás. ¿Qué se juega en esta batalla? ¿Tu valía? ¿Tu respeto? No, mucho más lejos de aquí. ¿Tu honor? No, claramente el honor está en la mente y esta lucha es interna, qué se busca? ¿Qué se juega?, ¿qué vence o pierde? El conocimiento de uno mismo, la entereza.

Siempre creíste que el contrincante en esta lucha era el ego, un personaje de ti mismo que habías fabricado para no ver, para no ser Dios o para no sentir tu corazón y tu iluminación, pero el ego, mi amiga, no lo fabricaste tú, lo fabricaron en otro tiempo, tú y otras almas dedicaron su energía a fabricar el ego. Y el ego no es una herramienta indispensable, no es una parte vital de la realidad, sólo es un espejismo, una ilusión.

¿Peleas así contra algo que no está? ¿Contra una ilusión? ¿Dedicas todas tus fuerzas a derrotar a algo que no eres tú? En efecto, así es.

Tú no eres el miedo, tú no eres vacío. En ti sólo hay cabida para lo que sí es. Observa el firmamento, observa claramente como no hay vacíos, no hay sin existencia, no hay espacios donde no haya, siempre hay, pues siempre hay cabida para el AMOR. No hay pues ni un solo segmento de ti mismo donde no esté Dios, donde no esté la divinidad. ¿Sigues jugando a creer que no eres Dios? Eso, pues, no eres tú, no es real. Esa carencia, amado, no existe. Todo está lleno de luz divina que se mantiene claramente en la eternidad por sí misma, no necesita de vacíos para expresarse, igual que tu ángel interno, aquel que denominas ser espiritual, alma, Yo, puede existir y siempre ha existido sin necesidad de una ilusión denominada “ego”. No tengas miedo a la manifestación incontrolada de ti mismo, eres Dios, ¿qué más puede ocurrir? ¿Que brilles como una maravillosa estrella? ¿Que no haya sombra que pueda debilitar esa hermosa luz que tú eres? ¿Que sientas y comprendas que no estás porque estás en todos los lugares a la vez? Y es maravilloso! No es una ironía, no es un juego, es REAL. La existencia es real. Tu miedo a ti mismo no te permite creer en todo lo maravilloso que hay en ti.

En medio de la batalla acontecerán tres momentos importantes.

En el primero, el miedo, la gran duda: ¿soy? ¿Existo? ¿Esto es real?

Quien se pregunta esto, claramente es la ilusión, la dualidad. Siempre se es, pero la parte de uno mismo dividida de la realidad y del cosmos, la parte separada, siempre es irreal, es un sueño de la verdadera esencia. Es real, pues, la batalla? No, simplemente es un sueño de uno mismo por despertar, nada más que eso.

Y si es un sueño ¿Hay dolencia? ¿Hay muerte? ¿Hay conciencia real? ¿Despertar? Sí, por su puesto, en el momento en que el sueño desaparece, la guerra termina y resulta uno mismo consciente de sí mismo, de su sueño, de su irrealidad, entonces desaparece el miedo, la lucha y uno descubre quién es. Aquí empieza la VIDA, no como un sueño o como una irrealidad, sino como todo lo que se es.

Esta parte de la batalla es dura, es vital. Desaparece la carencia de amor, la necesidad de emotividad, desaparece el ver al otro como una necesidad de uno mismo y el guerrero, por primera vez, se siente solo. Realmente solo. Pues comprende que aquello que sentía que era la otra persona, sólo es un espejo de un ser divino y a quien realmente reconoce y ama es al SER de la otra persona, al SER que refleja esa figura y no a la figura. Desaparece el apego y comienza una nueva lucha interna por superar la soledad, el sentimiento de separación de la familia de luz, el amor y el miedo a la propia decepción, ya no hay más soledad emocional, pues ya no hay más apego y dolor puesta en la relación, ahora hay soledad espiritual. El hombre descubre que él vino a la tierra a ser libre pero también a AMAR ilimitadamente al SER y no a la máscara del otro.

Esta parte de la batalla es dura, alimenta un despertar que durará más de 5 años. En este despertar la visión se aclara pues el hombre pequeño comienza a descubrir el gran ser que habita en el interior de cada persona. Comienza a respetar, valorar y sentir la gran esencia divina en cada persona y comienza a observar y ver con el corazón y no con la mente. Es la observación, la gran calma y la carencia de apego emocional y miedo. Durará un tiempo en el que brevemente la persona descubre su divinidad, donde desaparece la separación y el intelecto constante y reaparece la esencia y la naturaleza infantil, inocente y pura del ser.

Ante este suceso entramos en una segunda etapa en la gran batalla del iniciado: la presencia del otro. Cuando la persona tiene conciencia de que una gran masa viscosa y desagradable le ha acompañado casi desde el nacimiento, al principio siente pavor de si mismo, más adelante, el miedo se convierte en asco y finalmente busca la forma de deshacer lo que se ha hecho.

Todo habitante de esta irrealidad terrestre habita y coexiste con una parte de sí mismo irreal basada en toda las oscuridades, miedos, apegos, dolencias y “maldades” internas. Todo aquello que no es pura esencia divina, todo aquello que no es SER, poco a poco entreteje una maraña de suciedad estática de emociones, pensamientos e irrealidades que van cobrando forma y esta maraña se denomina egrégor. Cada uno de los iniciados, llegado al punto oportuno, descubre su propia sombra y se choca con ella. Aquí toca decidir si continuar el camino o abandonar, si empujar al vacío a uno mismo y seguir en esencia pura, o continuar con la necesidad constante, con el apego, el dolor, el llanto, la excusa y el horror. Uno decide pero esta decisión no es sencilla. No hay ayuda posible, todo depende de uno. Aquel que no levante la cabeza hacia aquello que formó, aquello que creyó ser e intente escapar de su responsabilidad de sí mismo, estará huyendo de sí mismo, estará ignorándose y no hay peor vergüenza para un caballero, para un guerrero del SER, que ignorar las propias derrotas, mirar hacia otro lado e intentar luchar y dirigir la propia fuerza hacia las derrotas ajenas. La cobardía del hombre hacia sí mismo es una lucha constante por abandonar su propio despertar.

Ahora, el guerrero se encuentra frente a sí mismo. A veces tiene miedo, a veces pavor, a veces asco de sí, otras no teme nada pero ignora cómo actuar y aquí, surge el entendimiento. Esa forma se alimenta de todo aquello que no es silencio, y amada, esta es la clave para continuar. ¿Qué haría esa forma en el trabajo interior? ¿De qué puede alimentarse esa forma cuando no hay nada de lo que alimentarse? Sólo desaparecer. Habrá batalla, y no será fácil, pero es necesario librarla. SILENCIO, esta es la clave, este es el secreto para librar esta batalla en medio de este gran despertar.

No hay emoción, no hay dolor, no hay pena alguna por la desaparición de “eso”, simplemente alegría y conciencia. Se agarrará con uñas y con dientes, se disfrazará de luz, se esconderá en los mejores atributos humanos buscando una pequeña grieta para permanecer al lado de uno, pero sólo el silencio logrará perderlo y alejarlo completamente de uno. Sólo el silencio podrá mantenerlo lejos de sí. Te atreves valiente caballero? Esta es tu prueba, esta es la segunda fase en la batalla.

Tras ésto, el guerrero está completamente solo. Ya no hay miedo, ahora hay un gran reconocimiento de lo que uno es, de lo que ha hecho, hay humildad, respeto, sabiduría, pero aún falta un gran paso para la iluminación del SER. Un paso esencial, amado, falta DESPERTAR.

El SER habita dormido esperando ser despertado igual que una paloma se altera con un suave ruido, igual que la belleza se hace presente ante el sol de la mañana, así, la realidad, el SER, la conciencia, ha de ser despertada y señalada para que de un paso más y se manifieste en la vida.

De nada sirve la lucha anterior, de nada sirve toda batalla si en el paso final el guerrero se mantiene quieto. Es momento de reaccionar y en esta re-acción, reaparece el espíritu divino, el AMOR inconmensurable y perfecto que todo lo es y actúa.

Esta parte de la batalla es la denominada la esencia pues todo se deja a un lado y se permite que SEA, se permite que fluya la energía y se es UNO con esta energía divina que siempre, incansablemente, inagotablemente es LUZ, es AMOR, es VIDA.

Y estamos amada contigo en esta lucha, ¿dónde te encuentras ahora? Observa a tu compañero donde está él y allí, junto a él estás tú. Observa a todo aquél que te acompaña y te estará mostrando que parte de ti estás librando. Si te muestra ego, avaricia, desconsuelo, dolor… estás en una primera fase, en el abandono de la ilusión y la irrealidad. Si te está mostrando aquello que no quieres ver, aquello que se presenta en la sombra y te da miedo, te da asco o vergüenza, amada, estás en la fase del abandono del egrégor, del gran pesar o la gran sombra de la humanidad actual, pero si ya te encuentras en la calma, esperando que el espíritu divino te conmueva y te levante, entonces estás en el despertar completo del ser.

Esta es la regla de oro para un guerrero, no importa donde esté uno pues esta batalla, jamás se libra solo, es toda la gran humanidad la que tiene que despertar. Y ni una sola alma podrá cruzar todas las puertas dejando detrás de sí a sus hermanos y sin conmoverse lo más mínimo por ellos, por su historia, porque amada, cuando uno llega a la esencia, comprende que el entramado humano es una gran unidad, que no hay separación y todos sois cómplices de la historia de la realidad. No hay más y menos, no hay guerreros y pasivos descendientes de las batallas, no hay personas detrás y delante, todos continúan día a día librando esta gran batalla de la conciencia hasta que comprenden que la batalla es con uno mismo.

Soy tu amado SER, encontrándome contigo hoy, en estas palabras, recordándote quién eres, de donde vienes. No desfallezcas en esta lucha. No te avergüences de lo que has podido ser, lo que has podido hacer o lo que cargas, es parte de la historia y la historia crea realidades y tú eres una gran realidad. Soy tú.

Gracias amada.

Canalizado por Altaïr García

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