lunes, 3 de octubre de 2011

APRENDIZAJE O DINERO

A un hombre con fama de sabio y que había amasado
una gran fortuna le llegó la hora de la jubilación.
Desde ese momento, cada día encontraba motivos
... para invitar a sus numerosos amigos a costosos
banquetes, o para hacerles caros regalos.
Pasados unos meses de lujos y derroches, un
amigo le dijo:
- Creo que deberías dejar de gastar de ese modo.
Aunque tu fortuna es mucha, estás dilapidándola
rápidamente, y recuerda que tienes unos cuantos
hijos que te heredarán.
- Precisamente por ellos lo hago -contestó-. La
riqueza conseguida sin esfuerzo arruina la
capacidad de los inteligentes y agrava la
estupidez de los más torpes. Yo a mis hijos
les he dado la educación y los medios
suficientes como para que construyan un
futuro por ellos mismos. La expectativa de
disponer de mi patrimonio no sería más
que una invitación a que aparecieran la
codicia y la indolencia. No necesitan mi
dinero para nada, no sería más que un
veneno en sus vidas.
Y, en efecto, aquel hombre gastó hasta
el último céntimo antes de morir. 
LA PRISIÓN DEL ODIO

Dos hombres, habían compartido injusta prisión durante
largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos
y humillaciones.Una vez libres, volvieron a verse
... años después.Uno de ellos preguntó al otro:

- ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? -
- No, gracias a Dios, yo lo olvidé todo - Contestó -.¿Y tu?
- Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas,
- Respondió el otro

Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo:

- Lo siento por ti.Si eso es así, significa que aún
te tienen preso                                            
Dejando el ego de lado
Cuentan que un hombre llegó a la conclusión de que
vivía muy condicionado tanto por los halagos y
aceptación de los demás, como por sus críticas o
rechazo. Dispuesto a afrontar la situación, visitó
... a un sabio. Éste, oída la situación, le dijo:
- Vas a hacer, sin formular preguntas, exactamente
lo que te ordene. Ahora mismo irás al cementerio
y pasarás varias horas vertiendo halagos a los
muertos; después vuelve.
El hombre obedeció y marchó al cementerio,
donde llevó a cabo lo ordenado. Cuando regresó,
el sabio le preguntó:
- ¿Qué te han contestado los muertos?
- Nada, señor; ¿cómo van a responder
si están muertos?
- Pues ahora regresarás al cementerio
de nuevo e insultarás gravemente a
los muertos durante horas.
Cumplida la orden, volvió ante el sabio, que
lo interrogó:
- ¿Qué te han contestado los muertos ahora?
- Tampoco han contestado en esta ocasión;
¿cómo podrían hacerlo?, ¡están muertos!
- Como esos muertos has de ser tú. Si no hay
nadie que reciba los halagos o los insultos,
¿cómo podrían éstos afectarte?                                
La teoría es insuficiente                                                                                                          Un erudito alquiló una barca para cruzar un río caudaloso.
Al recibirlo, el barquero se expresó con frases
gramaticalmente incorrectas. Después de corregirlo,
el erudito preguntó:
- ¿Tú no has estudiado gramática?
- No señor, contestó el barquero, soy un iletrado.
- ¿Tampoco sabes geografía ni aritmética?, volvió
a preguntar el erudito.
- No señor, nada de eso sé, respondió avergonzado
el aludido.
- Supongo que tampoco sabrás nada de historia,
literatura o filosofía, interrogó de nuevo
el hombre culto.
- No tengo ni idea de nada de eso, soy sólo un
barquero ignorante, habló humillado
el pobre hombre.
- ¡Pues amigo, un hombre sin cultura es como
si hubiera perdido la mitad de su vida!
Instantes después, la barca, arrastrada por la
corriente, fue a dar con unas rocas que provocaron
una gran vía de agua. El barquero preguntó
a su pasajero:
- Señor, ¿sabe usted nadar?
- No, respondió.
- Entonces me temo que va a perder toda su vida.
Estúpido respeto hacia las formas
Un hombre fue invitado a comer en la mansión de unas
personas muy ricas, y llegó al ágape ataviado con ropas
modestas. Al instante, advirtió que los anfitriones eludían
saludarlo y que los camareros evitaban servirlo. Como
vivía cerca, corrió a su casa y se vistió con una túnica
muy cara y lujosa. Así volvió al banquete, donde nadie
había reparado en su ausencia. A su regreso, los dueños
de la casa lo recibieron cortésmente y los criados
mostraron ante él grandes ademanes de respeto.
Llegado el momento de la cena, aquel hombre se quitó
la túnica y la arrojó en medio de los manjares.
- ¿Por qué haces eso?, le preguntaron extrañados
los anfitriones.
- Ha sido mi túnica y no yo la que ha recibido vuestro
respeto y atenciones. Que sea ella la que se quede a
comer.
Dicho lo cual, aquél hombre abandonó aquella casa.

         -TOMADO DE LA WEB

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