lunes, 6 de febrero de 2012

Reflexión.

La felicidad deriva de la sencillez y de la humildad, la desgracia de la complicación. La felicidad se presenta como un estado del alma cuando existe un equilibrio entre el “yo” y el “otro”, de manera que una buena forma de ser desdichado es ponerse a la defensiva y complicarlo todo, por lo que si uno se concentra exclusivamente en uno mismo terminará consumido por pensamientos que conducen a un estado depresivo de ansiedad. Hoy por hoy, en la esfera existe un sentimiento generalizado de infelicidad puesto que la cultura local y consuetudinaria obliga a pensar únicamente en uno mismo y ello ha generado innumerables problemas de tipo existencial, económico, social, cultural y educativo, hasta el punto de que los líderes sectoriales culpan a la gente y la gente les culpa a ellos, en una rueda sin fin que nunca conduce a resultados concretos, por ello, seguramente los que menos sufren son, paradójicamente, los más sencillos, los que nada tienen, los más sencillos y humildes, que se conforman con poco. Todo ello genera por igual culpas y narcisismos y es curioso porque uno comienza culpándose a sí mismo y termina culpando a los demás, de modo que los actos de caridad, al final terminan ayudando más al que da que al necesitado porque canalizan la ansiedad hacia los problemas de los demás. Tratar de hacer felices a los demás basándose en la propia sensación de culpabilidad solo significará acrecentar el sentimiento de culpa, por el contrario, intentar hacerlos felices por el simple hecho del placer de estar con ellos significará que la felicidad sea mayor. Angel Luis Fernández.

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